Ijevan
Ijevan está en el valle del Agstev, el río que parte en dos la ciudad y que muere en el Kura o Mtkavari (para los georgianos). Está rodeada de herméticos bosques y algunos de sus barrios trepan por las laderas de las montañas que la protegen. Su clima es más cálido que el de Dilijan y sus tierras son conocidas por dar uno de los mejores vinos blancos del país. En la actualidad, las autoridades están intentando impulsar el turismo, aunque a veces parece que en vez de avanzar caminan hacia atrás, como cuando se cerró la antigua oficina de turismo. Existe algún que otro hotel y B&B medio decente en el centro, aunque sin duda alguna, el mejor alojamiento de la zona −merece la pena conocerlo− está en el cercano pueblo de Yenokavan. Se llama Apaga Tour y organizan excursiones a caballo, alquilan bicicletas y realizan otro tipo de actividades al aire libre.
La ciudad posee un pequeño museo, un jardín botánico, una buena universidad, una bodega que se puede visitar y unos cuantos cafés que se llenan de vida en cuanto llega el buen tiempo. Uno de los sitios que no te puedes perder es el bosque y las cuevas de Lastiver, un entramado de grutas con grabados de la época precristiana rodeadas de bosques salvajes, pequeñas cascadas y un arroyo con pozas naturales. Si te queda tiempo, visita el monasterio de Makaravank. Está escondido entre los árboles y es uno de los principales centros de peregrinación de la zona.
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